Y como sangraba aquella herida. El bus se empezaba a llenar. De asfixia. Cerca de 30 grados en Mayo al fin y al cabo es normal. Esta es una ciudad hecha para el calor. Los gorriones caminan a saltitos, los loros ruidosos que se instalaron en Barcelona hace una década se refugian en los huecos que dejan en las palmeras los racimos de dátiles caídos. Las palomas en las fuentes. Los jóvenes muestran su piel aun blanca sin los suplicios de agosto. Imagínate la miseria de aquellos dos que de reojo te han mirado. No me extraña. Hoy estas preciosa. La miseria tiene estas cosas. El hijo llevará los mismos calzoncillos de hace tres días. Su madre lleva la misma muletita desde hace 40 años. La vacuna de la poleo ha dejado a muchos lisiados. La miseria tiene estas cosas. Llevan una chaqueta de doble forro y parece que no tengan calor. Han debido pasar demasiado frío como para permitirse el lujo de tener calor. El calor es para los jóvenes y los pájaros. El chico de 20 dioptrías te vuelve a mirar. No me extraña. La miseria tiene estas cosas. Te queda tan bien esta camisa. Como la de ayer. Sigue el bus la marcha tediosa. Me besas la herida y un poco de carmín queda en la tirita. Esta herida no se cierra. Próxima parada. Más gente. La tirita no pega. La miseria tiene estas cosas.
DMI.
lunes, noviembre 27, 2006
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