FIN DE CAMPAÑA

I

Se acabaron las patrañas:
hoy nos votamos en sufragios de vía láctea.
Las promesas las haremos nosotros;
algunos juran que irán a votar después de haber follado,
algunos prometen que es la última vez que vota,
algunos votarán borrachos.
Juntaremos las caras de los vecinos
en mosaicos de cabreo,
seremos candidatos a la reelección de cada uno,
tendremos que habitar consistorios
(eso que consiste en la consistencia del sistema)
y decidir
sobre aceras y farolas,
nidos y humo,
los árboles que den según que sombra,
el olor de las flores y de las cloacas,
el tráfico de cigueñas y alergias,
la inseguridad de los gatos
el vientre de los bloques,
los iglús donde vivan los jóvenes,
la sonrisa que vuela hasta el mismo Quito,
el vertedero de corruptos,

el color de los fuegos artificiales,

los vencejos de las marquesinas,
los charcos donde saltan los críos,
y hasta la plaza de su fuente de su paloma de su anciano.

Nos quedan cuatro años por delante,
a nosotros,
que somos más que ellos.


II

Sospecho que la lluvia,
bendita a menudo y a menudo maldita,
tendrá la propiedad de los dioses que no existen:
estar sólo para ocupar los espacios vacíos.

Como las habitaciones que se despiertan
y de un susto,
que no hay nadie,
se les cierran las puertas,
solas,
sí, solas.

Hacia las tumbas dirigimos, inevitablemente,
los huesos que nos queden.
Huesos que de estar solos
se desesperan hasta el tuétano.

Angustiados y mayoritariamente solos,
acompañados por esta sombra
que se encoje de hombre,
que se encoje de todo.